viernes, 8 de julio de 2011

La Muerte del Espiritu (Parte2) I.S.

II

     Al pasar los días mi salud seguía mermando cada vez mas; no toleraba alimento alguno y mucho menos conciliar el sueño de manera regular y constante. No sabia lo que iba a ocurrir y en ningún momento me detuve a pensarlo detenidamente. Mi mente se encontraba mas inquieta que nunca, y continuaba con esta sensación de miedo y vacío, la cual estaba latente desde aquel día en la iglesia, no me dejaba respirar y hasta incluso podía pasar un día entero sin levantarme de la cama.
     En alguna ocasión llego a visitarme aquella persona de la que estuve tiempo atrás tan enamorado; Sara, una persona delgada, un tanto alta y de tes morena, con facciones demasiado marcadas, no sabia si por su edad y por algún rasgo hereditario; Sofia tenia pleno conocimiento de nuestra historia pasada y no podía evitar poner su cara de molestia cada vez que entraba a la habitación a preguntar si se nos ofrecía alguna cosa, pero sabia que solo lo hacia para tener controlada la situación, yo me limitaba a responder con un solo gesto o simplemente a mover la cabeza de forma negativa. No podía evitar sentir cierto enojo por su comportamiento y ya desde tiempo atrás mi interés hacia su persona había comenzado a disminuir; me encontraba tan lleno de dudas e inconformidades. Nunca supe como comportarme frente a este tipo de situaciones, y Sara se daba cuenta de mi descontento
     Nos encontrábamos  platicando en una recamara amplia y bellamente iluminada, en las paredes colgaban algunas fotos de los viajes que habíamos realizado al Mediterráneo, no había ningún aparato eléctrico ya que Sofia no toleraba el ruido por las noches y después de algunos años perdí la costumbre de dormir con música o la televisión prendida; en ese momento la habitación se hallaba un tanto desordenada, algunos libros alrededor de la cama y medicinas por doquier, una mecedora junto a la cama en donde Sara se encontraba sentada en ese instante; no podía dejar de mirarla y ella se daba cuenta, sin embargo mi expresión no era para nada de tranquilidad, estaba desesperado, necesitaba que alguien me ayudara, que me sacaran del hastió en el que me encontraba, esperaba que entendiera ese pesar.
      -Por que no las has dejado?
     Su pregunta fue como si me clavaran agujas en los ojos, no supe que responder y al darse cuenta continuo:
      -No creo que sea tan difícil?, tal vez pensaras que eres la peor de las personas al principio, pero me doy cuenta que ya no eres el mismo y no me perece justo que te pierdas a ti antes de estar solo.
     -Sabes? - al fin pude contestar- siento que he perdido mucho mas que tan solo a mi mismo, me encuentro mas desolado que antes de que tu y yo nos conociéramos; por que fue que ya no continuamos juntos? Siempre me lo he preguntado.
     -Y yo también, recuerdo que estabas tan ensimismado con tus cosas y que jamas me dejaste ser parte de ello.
      -Creo que tengo serios problemas! - conteste de una manera burlona - debería olvidarme de todo y todos y encerrarme a terminar las cosas que aun están pendientes, y con eso me refiero hasta a los pendientes emocionales que tengo.
      -Tal vez deberías, pero no creo que sea la solución mas adecuada.
     Pensé por un momento en lo insignificante de mis problemas y preocupaciones, en lo estúpido que sonaban mis justificaciones, sin embargo no era la primera vez que lo hacia y seguía sin  entender mi falta de interés en solucionarlo.
      -Hace mucho que no me sentía tan bien hablando con alguien, aunque sean trivialidades - dije - es mas, me parece que ya paso una eternidad desde la ultima vez que hable de mi.
     Calle y me avergoncé por nada, sabia que podía hablar de cualquier cosa pero aun así no lo quise hacer; Sara me conocía como pocas personas y de alguna manera entendía el por que de mi silencio, nunca hubo un momento incomodo con ella; solo sentía su mirada y me sonroje por ello; su esencia era tan confortante y llena de tranquilidad, su sonrisa en demasía agradable, su perfume inundaba la habitación y por un instante recordé cuando llegaba a casa y todo olía a ella.
     -Tengo que irme  - dijo casi en un susurro que me saco del estupor en el que me encontraba - el trabajo espera; me encantaría seguir un rato mas contigo, aunque sea en silencio como hasta ahora.
      Se acerco y no pude evitar sentirme agitado, me beso en la mejilla y partió sin nada mas que decir, yo tan solo me limite a mirar su partida.
 

lunes, 4 de julio de 2011

Existencialismo

Dostoievski ha escrito:
     Si Dios no existe, todo está permitido». He aquí el punto de partida del existencialismo. Efectivamente todo es lícito si Dios no existe, y como consecuencia el hombre está «abandonado» porque no encuentra en sí ni fuera de sí la posibilidad de anclarse. Y sobre todo no encuentra excusas. Si verdaderamente la existencia precede a la esencia, no podrá jamás dar explicaciones refiriéndose a una naturaleza humana dada y fija; en otras palabras, no hay determinismo: el hombre es libre, el hombre es libertad. Por otra parte, si Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que puedan legitimizar nuestra conducta. Así, no tenemos ni por detrás ni por delante, en el luminoso reino de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. Situación que creo poder caracterizar diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado a sí mismo, y no obstante libre porque, una vez lanzado al mundo, es responsable de todo lo que hace. El hombre, sin apoyo ni ayuda, está condenado en todo momento a inventar al hombre.

La Muerte del Espiritu (Parte1) I.S.

I

     Esta muriendo y no se que hacer, ni como reaccionar a un suceso que naturalmente pasa a cualquiera; sin embargo me esta afectando el simple hecho de saber que algún día a mi me sucederá.          
     Suele ser tan denigrante el morbo de la gente formada para observar lo que ha quedado de aquella persona que hasta cierto punto marco, aunque haya sido un poco, su vida.
     - En que estas pensando - pregunto ella.
     No recordaba que estaba a mi lado y seguí sin darle importancia a su pregunta; no respondí notando un poco de indignación en su reacción.
     Y en ese preciso momento me di cuenta que me encontraba en una iglesia; parecía como si hubiera aparecido en ese instante ante aquel grupo de personas; no reconocía a casi nadie y los pocos que se acercaban a darme palabras de consuelo los despreciaba con una sonrisa burlona.
     Me levante a contemplar la decoración y todo lo que había a mi alrededor,  sin darle importancia a la hipocresía andante que me rodeaba ; era una enorme iglesia, decorada exquisitamente al estilo barroco, enormes vitrales de ambos lados y pinturas tan obscuras que me hacían recordar un poco el estilo tan sombrío de Rembrandt.
     Al percatarme de todo mi entorno me dieron ganas de salir corriendo de aquel lugar, esconderme y olvidarme de todo aquello que estaba pasando, sentarme solo y llorar hasta caer rendido por el cansancio; pero no me atreví, tan solo continúe caminando sin nada mas que mis pensamientos y este continuo pesar que nunca había sentido. Mientras me daba cuenta que me alejaba de aquella muchedumbre, no dejaba de pensar en Sofía; siempre atenta a lo que me pasaba, siempre preocupada a mi estado de animo, y al voltear hacia ella pude percatarme de que tan solo me miraba con ese rostro tan hermoso, pero lleno de angustia, por que no sabia que reacción iba a tener con respecto a lo que sucedía.
     Note frente a mi un órgano, inmenso como nunca había visto, y que estaba libre el paso hasta el, así que lentamente fui acercándome, hasta sentir de nuevo el mármol de aquellas teclas tan bien construidas, alineadas y ensambladas de tan bello y majestuoso artefacto, que hacia años no había vuelto a tocar; una vez sentado frente a el cerré los ojos y comencé a ordenar aquellas notas, que enseguida comenzaron a surgir en mi cabeza; una pequeña misa de Johann Sebastian Bach que había memorizado tan bien en mis años de estudio. Perdí la sensación de tiempo y hasta el motivo del por que me encontraba en aquel lugar, sin embargo comenzó a inquietarme algo; aquella melodía que había surgido tan llena de inocencia, poco a poco fue tornándose tan lúgubre que fui incapaz de seguir interpretando dicha obra, levantándome inesperadamente del órgano. Al encontrarme de pie con la frente llena de sudor y con la misma sensación de vacío que no me dejaba, mi mente comenzó a dar vueltas y mis extremidades a flaquear cayendo en ese preciso momento al suelo.
     Poco a poco pude recobrar la conciencia y darme cuenta que todos estaban a mi alrededor, con ese mismo semblante de morbosidad que dejaban escapar de todo su ser; pero no estaba sobre el piso, sino recostado sobre unas de las bancas de la iglesia con Sofía a mi lado; sus dedos recorrían mi pelo, como si al hacerlo supiera que me iba a tranquilizar, y así fue.
     - Te sientes mejor? – dijo ella con esa voz que tanto conocía.
    Asentí, con un gesto que parecía mas de cansancio que de afirmación. Sabia que tenia que levantarme, pero en ese instante tan solo pude hundir mi rostro en su vientre, tan calido en aquel momento, pidiendo que aquello terminara pronto.